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Entrevista con el almirante Stéphane Verwaerde, asesor de defensa de Thales Group (naval)

 Almirante Verwaerde, cuando la gente habla de intervenciones militares en el extranjero, lo primero que piensan es en operaciones terrestres  en lugar de las operaciones navales. ¿Significa eso que los mares y océanos están tranquilos, geopolíticamente hablando?

Todo lo contrario. Los repetidos incidentes en el Mar de China Meridional y las tensiones recientes en el Mediterráneo Oriental son claros recordatorios de que el espacio marítimo es un nexo importante de confrontación cuando las naciones tienen conflicto de intereses. Son frecuentes los casos de provocación e intimidación en el mar, y existe un riesgo creciente de que estas tácticas conduzcan a una confrontación directa e intensa. También es importante recordar que las amenazas marítimas han cambiado mucho en los últimos años. Por todas estas razones, las potencias marítimas continúan invirtiendo en sus flotas, y particularmente en el desarrollo de nuevos sistemas y armas para contrarrestar estas amenazas y afirmar su soberanía marítima.

¿Puede hablarnos sobre las nuevas amenazas?

Las nuevas amenazas provienen de nuevos tipos de armas, nuevas plataformas y desarrollos en el entorno electromagnético. Empecemos por las armas. En la actualidad existe una nueva generación de misiles hipersónicos de largo alcance que rozan el mar o que se sumergen en picado. A menudo disparadas en modo de salva, estas armas están equipadas con sistemas de guía complejos y sus buscadores de misiles son tan sofisticados que los buques de guerra actuales luchan por lidiar con ellos. El misil ruso Tzirkon, por ejemplo, tiene un alcance de 1.000 km y vuela a nueve veces la velocidad del sonido.

Del mismo modo, los torpedos supercavitantes son capaces de viajar grandes distancias a velocidades de más de 200 nudos, en comparación con no más de 50 nudos * de un torpedo convencional.

En cuanto a las plataformas, la tecnología silenciosa ha avanzado mucho en los últimos años. Las aeronaves son cada vez más difíciles de detectar con radar y tienen señales infrarrojas más pequeñas, los barcos de superficie tienen superestructuras planas que reflejan las señales de radar con menor eficacia, etc. Los submarinos también son cada vez más discretos. Están cubiertos con baldosas anecoicas para absorber las señales emitidas por los sonares enemigos, y pueden permanecer sumergidos durante largos períodos gracias a las nuevas tecnologías de propulsión como AIP (Air Independent Propulsion), que no dependen de un suministro de aire exterior.

Los sistemas no tripulados en el aire, en la superficie y bajo el agua son otra nueva amenaza desafiante, especialmente cuando se despliegan en grupos.

El entorno electromagnético esta cada vez más congestionando  y es más difícil de gestionar, especialmente cerca de las costas (5G, IoT, etc.). Incluso en crisis de bajo nivel, los radares navales, las comunicaciones y los sistemas de navegación por satélite se bloquean cada vez con mayor frecuencia. Y los ciberataques son una gran amenaza para las fuerzas marítimas, dada su dependencia de datos de alta calidad.
Como puede ver, se está volviendo extraordinariamente complejo establecer y mantener el dominio marítimo.

 ¿Cómo pueden responder las fuerzas marítimas a estas amenazas cada vez más sofisticadas?

La clave del éxito es detectar la amenaza con anticipación y reaccionar lo más rápido posible. Y detectar una amenaza de forma temprana, particularmente en un contexto naval, significa detectarla a larga distancia. Entonces, la respuesta convencional es equipar a los buques de guerra con sensores y efectores de mayor rendimiento, como el radar Sea Fire, que puede rastrear un gran número de objetivos simultáneamente, sonares de banda muy ancha para submarinos, sensores infrarrojos de largo alcance, sistemas ópticos que dependen de la inteligencia artificial para reconocer automáticamente objetivos en movimiento y sistemas de guerra electrónica que pueden detectar objetivos a largas distancias e identificar automáticamente los radares utilizados por misiles y plataformas hostiles.

Las comunicaciones son de tal importancia que las capacidades de contrainterferencia y detenga interferencia de área son una forma indispensable de evitar que el adversario tenga el control exclusivo del espectro electromagnético. Y para que las unidades navales sean resistentes, deben estar protegidas de las amenazas cibernéticas, con sistemas de advertencia y ciberseguridad probados y la capacidad de reconfigurarse rápidamente después de un ataque.

 

¿Son los sistemas no tripulados parte de esta respuesta "convencional"?

Por supuesto. El uso de sistemas no tripulados aumenta la cantidad de sensores que podemos implementar, lo que nos ayuda a detectar amenazas con antelación y compensa la escasez de buques de guerra convencionales. Porque la mayoría de las armadas occidentales han reducido drásticamente el número de fragatas disponibles para la acción y ya no pueden desplegarlas en grandes cantidades al mismo tiempo en la misma misión en el mismo teatro de operaciones.

¿Qué pasa con los efectores?

Los buques de superficie pueden equiparse con misiles y cañones de fuego rápido para destruir misiles hostiles o grupos de sistemas no tripulados. Los submarinos pueden desplegar señuelos submarinos y torpedos anti-torpedos. También hay contramedidas electrónicas activas, que incluyen bloqueadores para engañar o destruir misiles entrantes. Las armas no letales de efecto dirigido (láser, electromagnéticas, etc.) también serán una forma útil de frustrar los sistemas de detección hostiles, deslumbrar los sistemas de guía óptica o desactivar la electrónica de los misiles entrantes. Estas armas no requieren municiones, pero los buques necesitan grandes cantidades de energía eléctrica a bordo. También son eficaces contra ataques asimétricos de vehículos de superficie o aéreos no tripulados, o de grupos de pequeñas embarcaciones rápidas con tripulación a bordo.

¿Serán suficientes estas capacidades mejoradas?

Necesitamos ir más lejos. El combate naval debe volverse colaborativo. Este enfoque es la mejor, si no la única, forma de lidiar con estas nuevas amenazas.

En entornos tan complejos, la superioridad informativa, en otras palabras, tener una comprensión completa de la situación marítima y táctica en un área lo más amplia posible, es absolutamente crucial.

Mantener la ventaja en una situación de combate naval puede ser cuestión de segundos. Con misiles que vuelan a más de 3 km por segundo, los tiempos de reacción son infinitesimalmente cortos: menos de 10 segundos, en comparación con 30-60 segundos antes.

Para proteger los buques de guerra de mayor valor (portaaviones, porta-helicópteros, buques de asalto anfibios, etc.), lo primero que debe se  hacer es minimizar el tiempo que se tarda en detectar una amenaza. Para controlar un área lo más amplia posible, esto significa desplegar una combinación de barcos piquete de radar, sistemas aéreos, de superficie y submarinos no tripulados, aviones tripulados, helicópteros y submarinos que pueden operar a larga distancia mientras permanecen dentro del rango de los sistemas de comunicación. Y para detectar ataques lo suficientemente temprano como para responder, la calidad del sensor es primordial.

Más importante aún, necesitamos acelerar el ritmo de los intercambios de información para optimizar la efectividad de nuestros sensores y efectores. Los barcos y sus sensores necesitan interactuar en tiempo real si quieren aprovechar al máximo los enormes flujos de datos generados por los sensores digitales actuales.

 

¿Qué capacidades se deben desarrollar para lograr esto?

Veo cuatro tipos principales: conectividad segura, seguridad de datos, almacenamiento y análisis de datos e inteligencia artificial. Estas tecnologías son la clave para procesar volúmenes enormes y crecientes a la velocidad de la luz. Debemos enfocarnos en garantizar la resiliencia y autonomía de una fuerza naval en el mar. Eso se traduce en una necesidad de arquitecturas distribuidas de barco / costa, con capacidades de procesamiento y alojamiento de datos a bordo y equipos que sean fiables, robustos y fáciles de implementar y usar.

 

¿Están las tripulaciones preparadas para estos nuevos desafíos? ¿Pueden lidiar con esta presión de tiempo?

La cuestión de la instrucción y el entrenamiento de la tripulación es extremadamente relevante. Hasta ahora, las tripulaciones de las fragatas, por ejemplo, se entrenaban en el mar varias veces al año en condiciones operativas reales. Hoy en día ya no es concebible que todas las tripulaciones de todos los barcos estén entrenadas para responder a una salva de misiles hipersónicos, por ejemplo, de la misma manera.

La formación en el mar sigue siendo indispensable, por supuesto, pero debe complementarse con sofisticados sistemas de simulación. La única forma práctica de capacitar al personal de la sala de operaciones  es combinar el entrenamiento en el mar con el entrenamiento basado en simuladores en tierra. Estas soluciones de formación interconectadas son cruciales para la capacidad de las tripulaciones de hacer frente a nuevas amenazas.

*1 nudo = 1 milla náutica por hora (1.852 m / h).